Los niños son, por naturaleza, seres inquietos, en constante actividad, que tienen que aprender a moderar sus impulsos, estar tranquilos cuando les corresponde y respetar una serie de normas sociales en casa, el colegio y la calle. Sin embargo, a veces esa inquietud es excesiva y se comprueba la existencia del denominado “trastorno por déficit de atención e hiperactividad”.
Se estima que un 2-5% de los niños en edad escolar son hiperactivos, siendo más los niños que las niñas quienes sufren este trastorno. Los padres llegan a la consulta de Psiquiatría Infantil o Psicología desesperados, refiriendo que “mi hijo no para quieto”, “sé que los niños suelen ser revoltosos, pero éste me deja sin energía, es un maleducado y un agresivo”, “no sé qué hacer, mi hijo no es malo sino muy nervioso, y otros padres me miran como si pensaran que a mi niño lo que le hace falta es una cachetada bien dada”. Cuentan que su hijo es rebelde, muy travieso, está siempre inquieto y con frecuencia se muestra agresivo. Tiene problemas para relacionarse con sus compañeros y frecuentemente se ve abocado al fracaso escolar. No es un simple niño travieso y revoltoso. Si ese trastorno no se corrige, de adultos tiene problemas en sus relaciones de pareja y su vida laboral y social.
El trastorno por déficit de atención e hiperactividad no tiene una causa clara, aunque se le ha atribuido una etiología de lo más variopinta. Como síntomas básicos presenta la falta de atención, la impulsividad y la actividad exagerada (hiperactividad). Esto se acompaña de inquietud, de manera que no para de moverse en el asiento, se levanta continuamente de él, corre y salta en situaciones inapropiadas, no juega tranquilamente, presenta verborrea, responde antes de que se finalice la pregunta, no es capaz de guardar el turno en actividades de grupo, interrumpe a otros en los juegos, conversaciones y situaciones en las que se debe respetar el turno de palabra o acción, no presta atención a los detalles, no sigue las instrucciones que se le da en casa o en el colegio, evita tareas que requieran un esfuerzo continuado, olvida y pierde cosas necesarias para su actividad, se distrae con suma facilidad y es bastante olvidadizo. Se opone por sistema a lo que sus padres y otras personas le digan, tiene discusiones, rabietas, enfados, se niega a cumplir normas, presenta un alto riesgo de consumo de drogas, le suele costar trabajo conciliar el sueño y mantenerlo, etc.Los niños hiperactivos tienen a veces otros trastornos asociados, como trastornos de conducta, afectivos o de ansiedad, síndrome de Tourette, etc.
El diagnóstico de este trastorno es difícil de establecer y debe hacerse por un psiquiatra infantil o un psicólogo experto en él, que puedan realizar un correcto reconocimiento y tratamiento del mismo. Para poder diagnosticar una hiperactividad infantil es preciso observar la conducta del niño, tener en cuenta la información aportada por los padres, los maestros y otras personas que tengan contacto con él, evaluar una serie de características típicas de este trastorno, etc. Se pueden usar escalas de evaluación de la conducta como complemento a la entrevista que se hace para determinar si el niño es o no hiperactivo, así como entrevistas con el propio niño, sus padres, cuidadores y personas cercanas.
¿Tiene tratamiento? Sí. Un buen tratamiento les ayuda a controlar los síntomas básicos de este trastorno, les facilita el aprendizaje en la escuela y las relaciones sociales, evita que aparezcan otros síntomas asociados y favorece el pronóstico de estos niños. Se basa fundamentalmente en asesorar exhaustivamente a los padres acerca de la hiperactividad de su hijo,así como a los profesores que le atienden. Esto se combina con terapia farmacológica y psicopedagógica. En cuanto al fármaco, en Estados Unidos se suele emplear el Metilfenidato (Ritalin) aunque en España no es ta frecuente, existiendo controversia sobre si es adecuado o no su uso. Éste logra un aumento de la capacidad de atención y concentración, disminuye la hiperactividad y movilidad del niño, así como su agrevisivad. Como efecto secundario se presenta a veces una falta de apetito y sueño, náuseas, fatiga, sequedad de boca y molestias digestivas, entre otros. Respecto a la terapia psicopedagógica, se examinan las necesidades académicas y conductuales, para poder proponer una serie de medidas encaminadas a limitar y eliminar los síntomas principales de la hiperactividad y mejorar el rendimiento escolar y las relaciones interpersonales. Lo más eficaz es la combinación del asesoramiento y la terapia psicopedagógica, estando discutida la inclusión de la terapia farmacológica.
Se estima que un 2-5% de los niños en edad escolar son hiperactivos, siendo más los niños que las niñas quienes sufren este trastorno. Los padres llegan a la consulta de Psiquiatría Infantil o Psicología desesperados, refiriendo que “mi hijo no para quieto”, “sé que los niños suelen ser revoltosos, pero éste me deja sin energía, es un maleducado y un agresivo”, “no sé qué hacer, mi hijo no es malo sino muy nervioso, y otros padres me miran como si pensaran que a mi niño lo que le hace falta es una cachetada bien dada”. Cuentan que su hijo es rebelde, muy travieso, está siempre inquieto y con frecuencia se muestra agresivo. Tiene problemas para relacionarse con sus compañeros y frecuentemente se ve abocado al fracaso escolar. No es un simple niño travieso y revoltoso. Si ese trastorno no se corrige, de adultos tiene problemas en sus relaciones de pareja y su vida laboral y social.
El trastorno por déficit de atención e hiperactividad no tiene una causa clara, aunque se le ha atribuido una etiología de lo más variopinta. Como síntomas básicos presenta la falta de atención, la impulsividad y la actividad exagerada (hiperactividad). Esto se acompaña de inquietud, de manera que no para de moverse en el asiento, se levanta continuamente de él, corre y salta en situaciones inapropiadas, no juega tranquilamente, presenta verborrea, responde antes de que se finalice la pregunta, no es capaz de guardar el turno en actividades de grupo, interrumpe a otros en los juegos, conversaciones y situaciones en las que se debe respetar el turno de palabra o acción, no presta atención a los detalles, no sigue las instrucciones que se le da en casa o en el colegio, evita tareas que requieran un esfuerzo continuado, olvida y pierde cosas necesarias para su actividad, se distrae con suma facilidad y es bastante olvidadizo. Se opone por sistema a lo que sus padres y otras personas le digan, tiene discusiones, rabietas, enfados, se niega a cumplir normas, presenta un alto riesgo de consumo de drogas, le suele costar trabajo conciliar el sueño y mantenerlo, etc.Los niños hiperactivos tienen a veces otros trastornos asociados, como trastornos de conducta, afectivos o de ansiedad, síndrome de Tourette, etc.
El diagnóstico de este trastorno es difícil de establecer y debe hacerse por un psiquiatra infantil o un psicólogo experto en él, que puedan realizar un correcto reconocimiento y tratamiento del mismo. Para poder diagnosticar una hiperactividad infantil es preciso observar la conducta del niño, tener en cuenta la información aportada por los padres, los maestros y otras personas que tengan contacto con él, evaluar una serie de características típicas de este trastorno, etc. Se pueden usar escalas de evaluación de la conducta como complemento a la entrevista que se hace para determinar si el niño es o no hiperactivo, así como entrevistas con el propio niño, sus padres, cuidadores y personas cercanas.
¿Tiene tratamiento? Sí. Un buen tratamiento les ayuda a controlar los síntomas básicos de este trastorno, les facilita el aprendizaje en la escuela y las relaciones sociales, evita que aparezcan otros síntomas asociados y favorece el pronóstico de estos niños. Se basa fundamentalmente en asesorar exhaustivamente a los padres acerca de la hiperactividad de su hijo,así como a los profesores que le atienden. Esto se combina con terapia farmacológica y psicopedagógica. En cuanto al fármaco, en Estados Unidos se suele emplear el Metilfenidato (Ritalin) aunque en España no es ta frecuente, existiendo controversia sobre si es adecuado o no su uso. Éste logra un aumento de la capacidad de atención y concentración, disminuye la hiperactividad y movilidad del niño, así como su agrevisivad. Como efecto secundario se presenta a veces una falta de apetito y sueño, náuseas, fatiga, sequedad de boca y molestias digestivas, entre otros. Respecto a la terapia psicopedagógica, se examinan las necesidades académicas y conductuales, para poder proponer una serie de medidas encaminadas a limitar y eliminar los síntomas principales de la hiperactividad y mejorar el rendimiento escolar y las relaciones interpersonales. Lo más eficaz es la combinación del asesoramiento y la terapia psicopedagógica, estando discutida la inclusión de la terapia farmacológica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario