En ocasiones, el exceso de actividad de un niño es consecuencia del ritmo de vida actual y no de un trastorno. Pero si tu hijo es inquieto, incapaz de permanecer tranquilo un solo instante, no presta atención y se distrae con facilidad, es posible que sea hiperactivo.
Hay que diferenciar los niños movidos de los hiperactivos, aunque ambos son muy inquietos la principal diferencia radica en que los niños movidos son capaces de estarse quietos si les interesa de verdad y los hiperactivos presentan falta o dificultad de concentración y de atención, por eso muchas veces se detecta cuando empiezan a ir al colegio.
La hiperactividad surge entre los 2 y los 6 años y generalmente desaparece en la adolescencia. Hay diferentes grados y los casos más leves pueden pasar inadvertidos.
Hay que diferenciar los niños movidos de los hiperactivos, aunque ambos son muy inquietos la principal diferencia radica en que los niños movidos son capaces de estarse quietos si les interesa de verdad y los hiperactivos presentan falta o dificultad de concentración y de atención, por eso muchas veces se detecta cuando empiezan a ir al colegio.
La hiperactividad surge entre los 2 y los 6 años y generalmente desaparece en la adolescencia. Hay diferentes grados y los casos más leves pueden pasar inadvertidos.
Síntomas de la hiperactividad
Los principales síntomas asociados a la hiperactividad se pueden resumir en:
Los principales síntomas asociados a la hiperactividad se pueden resumir en:
Falta de atención: el niño es incapaz de realizar la misma tarea durante mucho tiempo y tiene dificultad para concentrarse lo que le provoca un retraso en el rendimiento escolar. Quiere cambiar de actividad constantemente, tiene mala memoria, sufre descuidos con facilidad, y tiene problemas para organizarse. Se distrae cuando juega o realiza cualquier actividad y su falta de atención le lleva a no escuchar cuando se le habla.
Actividad excesiva: el niño hiperactivo no para quieto ni un momento, dándole igual el lugar en el que se encuentre (en casa, en el colegio, en el parque, en el restaurante, en casa de un amigo…) hasta que al final del día acaba rendido de agotamiento. A menudo las rabietas surgen en los momentos menos oportunos y no tienen finalidad alguna.
Impulsividad: el niño hiperactivo no tiene paciencia, es impulsivo, actúa con rapidez y desea realizar las cosas en ese mismo instante cambiando de actividades constantemente
Autocontrol: la falta de control es otra característica de los hiperactivos. No controla sus impulsos ni sus emociones. Le cuesta acatar las normas y tiene problemas para diferenciar lo que está bien de lo que está mal no siendo capaz de analizar lo que está haciendo.
Descartar el estrés
Cada vez es más habitual encontrar niños que sufren de estrés debido al ritmo de vida tan acelerado de los padres y al exceso de actividades que se le exigen o se le programan. También la causa puede hallarse en una situación inusual como puede ser un cambio de domicilio, una pelea, la separación de los padres, etcétera.
Como respuesta a una situación de estrés, el niño puede volverse violento, rabioso y destructivo. Pero sobretodo hay que vigilar que el niño no presente falta de atención que es una de las señales que identifican la hiperactividad. Al igual que los adultos, el niño puede sufrir ansiedad, dolores de cabeza y de barriga, depresiones, manos sudorosas e inquietud, como algunos de los síntomas causados por el estrés.
Consejos prácticos
Desde el ámbito más próximo del niño (en casa, en el colegio o en el entorno social más cercano –amigos, familia…-), se pueden poner en práctica algunas técnicas que le beneficiarán y ayudarán al niño a que aprenda a controlar su comportamiento y a pensar por sí mismo para gozar así de un mayor autocontrol.
Vivir en armonía: es importante que en casa reine la paz y la tranquilidad, que no haya signos de estrés y que los horarios de las actividades, comidas, dormir… estén bien establecidos para contagiar al niño de un ritmo de vida bien organizado y estructurado. Para cualquier cambio importante en la vida familiar se deberá preparar al niño con antelación para que le afecte lo menos posible.
Respeto: es vital que haya respeto entre todos los miembros de la familia si queremos que el niño también respete a los padres. Norma vital si se quiere modificar su conducta.
Frenar las conductas inapropiadas: decirle que su comportamiento está mal explicándole los motivos y ofreciendo una actuación alternativa es la mejor manera. Las malas conductas no deben formar parte de la normalidad, y se ha de reprender al niño. Debes intentar que el niño entienda que toda actuación inapropiada tiene una consecuencia que a él no le gusta como menos rato de televisión o de ordenador al día, puedes probar trucos como el “tiempo de pensar” ( déjalo entre 2 y 5 minutos, según su edad, en un sitio seguro y aburrido de la casa) o utiliza el sistema de puntos (si consigue un numero que determinado de puntos obtendrá algo que quiera de veras y dale o quítale puntos según su comportamiento), con estos trucos el niño acabará entendiendo que su mal comportamiento le repercute.
Felicitar el buen comportamiento: es vital elogiar su actitud cada vez que se porte o haga algo bien, aunque sea estar un buen rato sentado y tranquilo. Sirven los besos, las caricias, los abrazos o cualquier otra muestra de cariño, a veces una sonrisa basta para estimularle a que siga comportándose bien. Con los elogios el niño comprenderá que llama más la atención cuando se porta o hace las cosas bien.
Estar juntos: dedicarles la máxima atención posible, jugando y compartiendo tiempo de calidad de forma diaria y constante.
Observarle: conocer qué cosas le interesan más o cuales acaparan su atención durante más tiempo, será interesante y será de gran ayuda para conseguir momentos de tranquilidad en situaciones determinadas.
Igualdad: a un niño hiperactivo se le deberá tratar como a cualquier otro niño, esta actitud es necesaria si queremos que el día de mañana esté preparado para desenvolverse por sí solo. Así que no tendrá sobreprotección de los padres y deberá realizar las tareas de casa recomendadas para su edad o desarrollo, los deberes del colegio, etcétera, felicitándole siempre que lo haga bien y ayudándole cuando se equivoque.
Actividad: es bueno que los niños se desahoguen jugando en el parque, sobretodo los hiperactivos, donde pueden correr y moverse todo lo que quieran y gastar toda esa energía que tienen.
La hiperactividad puede causar fracaso escolar, frustración, conducta agresiva y depresión, por ello es importante detectarla cuanto antes. Es importante que lleves a tu hijo al pediatra si observas los signos mencionados. Él te hará preguntas o bien tendrás que rellenar algún test o formulario para averiguar si efectivamente se trata de hiperactividad. En ese caso, te derivará al psicólogo, que intentará descubrir las causas y grado de la enfermedad para determinar el tratamiento, que puede ir desde técnicas para modificar la conducta, en los casos más leves, hasta tratamientos farmacológicos en los más graves.
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